Luis Augusto García Rosado, secretario de Turismo del Estado, promueve entusiastamente la remodelación del Centro Histórico de Carmen, aunque los millones que han anunciado en inversión no reflejen lo que verdaderamente se ha hecho, además de la pésima calidad de las restauraciones realizadas, pero esto último merece otro capítulo.
Actualmente se remodelan fachadas de casas de la calle 22 entre 27 y 29. Lo irónico es que en la zona donde se realizan las remodelaciones, el bello edificio de 2 plantas que se encuentra en la esquina de la calle 20 con 27-A, junto al Correo, no se ha tocado ni para limpiar las telarañas. ¿El motivo?
El propietario de ese inmueble es don Luis Augusto García Santinelli, padre del secretario de Turismo del Estado, y él tiene la intención de construir un edificio moderno en ese sitio, sin importarle romper con la armonía arquitectónica del lugar. Para ello tiene que esperar a que la casa se caiga porque, de otra forma, el INAH le impedirá cualquier atrevimiento.
El problema es que la estrategia de don Luis Augusto García Santinelli contraviene lo que Luis Augusto García Rosado, su hijo, pretende y promueve, anuncia, toca y baila: la remodelación de la zona antigua de Carmen.
No nos perece correcto que esta tijera no corte igual para todos; no nos parece que el enemigo número uno del proyecto de remodelación sea le propio padre de su impulsor (Darth Vader vs. Luke Skywalker); y nos nos parece que el atentado contra la armonía arquitectónica de Carmen sea perpetrada por quienes se precian de ser lo más granado del abolengo carmelita.
Pero así son las cosas aquí. No importa lo ridículo del asunto siempre y cuando sea redituable para los bolsillos. Pobre Carmen: tan lejos de Campeche, tan cerca de Tabasco y tan generosa con sus hijos, hasta con aquellos que sólo piensan en desgraciarla para ganarse 30 monedas.
Ignoraba que el padre del Srio. estatal de turismo fuera el propietario de ese hermoso inmueble. Ciertamente, factible, ASUMIR (solo asumir) la pretensión del propietario para que el edificio se arruine solo y, de esa forma, queden sin efecto las restricciones del INAH, para entonces hacer modificaciones radicales al inmueble. Por otra parte, el INAH debería promover remodelaciones bajo normas, de edificios abandonados (voluntaria e involuntariamente), con el enfoque de evitar mayores deterioros a un inmueble con bastante potencial para ser remodelado acorde a su arquitectura para fines productivos turísticamente. Los funcionarios de las oficinas de turismo municipal, desde hace lustros que duermen sin preocupaciones. Son vergonzosos burócratas.
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