Platicar con la gente que trabaja con Sebastián
Calderón deja un mal sabor de boca. “Si el capitán se mantiene en la pelea,
dicen, es por la simpatía y el afecto que los carmelitas le tienen, porque su casa
de campaña es un desastre. Algunas áreas trabajan a medias, otras están
paralizadas y estamos impacientes, quisiéramos meter mano para cambiar las
cosas, decir lo que sentimos, pero tenemos miedo de ser relegados”. Con mucha tristeza, coinciden en que lo mejor es
quedarse callados.
De no cambiar la situación la única esperanza
que les queda es que el carisma del capitán les haga el milagro, pero va contra
las carretadas de dinero con las doña Chely desde el Ayuntamiento y Fernando
Ortega desde el gobierno del Estado están financiando a Enrique Iván, y ese
dinero no es sólo para la propaganda que inunda Carmen o la compra de
primeras planas y programas de radio, sino también para prostituir electoralmente
a los carmelitas: los van a comprar al precio que sea, y con la mala
organización de la campaña del capitán Calderón, es poca la resistencia que se
puede ofrecer.
Y mientras eso sucede con los panistas, en la
campaña de Enrique Iván la confianza roza la soberbia. El candidato ya se trepó
en su ego y repite por todos lados que no le importa que los priistas no lo
quieran porque de todas formas ganará por una diferencia de 3 a 1 y, entonces sí, “se la
van a pagar esos petroleros de mierda”. Ni siquiera guarda las formas y es
poco lo que se necesita para que el carácter despótico que le conocemos aflore.
Esta historia es un ejemplo:
En la sede del PRI municipal de
la Av. Periférica, el pasado 2 de mayo, el secretario personal de Enrique Iván,
Alfonso Loaeza, citó al club de motociclistas comandado por Gabriel Solana
Alva, el Peperami, a una reunión con el candidato a las 6 de la tarde.
A la hora señalada se reunieron alrededor
de 35 integrantes del club junto con sus esposas, novias, etcétera, en total
unas 70 personas para saludar a Enrique Iván. Los recibió Loeza y les dijo que
la reunión se retrasaría para las 9 de la noche. Los motociclistas decidieron
esperar.
Después de casi 4 horas, Enrique
Iván salió de una sala donde atendía a unas personas y pasó de largo rumbo a la
salida del recinto. Loaeza lo alcanzó para recordarle la reunión con los
motociclistas pero el candidato le dijo que tenía prisa por llegar a la celebración
de un familiar. Loaeza insistió y Satanás contestó que le valía madres,
que él ya era presidente, que solo era cuestión de tiempo, sin darse cuenta que dos o tres motociclistas los siguieron y escucharon cómo los mandaba al
carajo.
Los motociclistas, obviamente, se
fueron de ahí indignados y desde entonces mientan madres contra Satanás, con
justa razón.
Esta es la situación que guardan
las dos campañas: por un lado, la simpatía que es despedazada por la desorganización
y por el otro la confianza que se confunde con la soberbia. Falta mucho tiempo
todavía: veremos quién de los dos candidatos fuertes de Carmen es capaz de
corregir el rumbo.